lunes, 10 de octubre de 2016

Cómo huir sin desaparecer en el intento


La libertad de volar. Félix Prieto, Lucía. (Monte de Gibralfaro, Málaga, 2016).

   A menudo sentimos la necesidad de huir. En ciertas ocasiones, este deseo de escape se encuentra enfocado al mundo que nos rodea. Nos abruma la realidad que nos ha tocado vivir. Nos ahoga, nos asfixia. Nos sentimos rodeados de seres inertes que camuflan la vista a un horizonte de esperanza, y sabemos que el único rayo de luz que nos podría alcanzar se encuentra lejos. Muy lejos. Darías lo que fuera por esfumarte entre las nubes y despertar en un sitio totalmente ajeno. Empezar de cero, sin que nadie conociera el manuscrito de tu supuesta existencia... Redactado por escritores que no son tú. Forjar la persona que realmente te gustaría ser, no la que se te impone que seas, personaje alimentado con expectativas inalcanzables. Suena tentador... 

   Si os digo la verdad, son escasos los momentos en los que no he querido dejar de pertenecer al sitio en el que me encuentro. Esto lo descubrí hace relativamente poco tiempo, aunque siempre lo he tenido muy dentro. Como un deseo inalcanzable, que mi razón trataba de ocultar para evitar el sufrimiento de ser consciente, la ingenuidad de sentirse acogido cuando en realidad no era más que una extraña en un mar de confusión. Un viaje. Un simple viaje me hizo darme cuenta de que necesitaba (y necesito) redescubrir mi mundo. Redescubrirme. Y eso, en la realidad en la que vivo, es irrealizable. 

   Sin embargo, hay algo que acobarda la salida. Dejar atrás. Abandonar todo lo que ha pertenecido a mi vida, cerrar mi libro antes de escribir el epílogo y comenzar el prólogo de una nueva historia. Me dan verdadero pánico los cambios, tomar decisiones, depender únicamente de mí misma... "¿Cómo saber si un giro de 360º es lo que uno necesita?", os preguntaréis. Eso simplemente se sabe. Y creedme, yo lo sé. Lo sé demasiado bien. Pero tengo miedo. Por suerte o por desgracia, aún no ha llegado el momento de partir. Cuando ocurra, solo entonces sabré si me he equivocado al escoger una senda alejada de la comodidad. O todo lo contrario.

   Existen muchos tipos de huidas, no solo las espaciales, recurrentes en mi pensamiento, como habéis podido comprobar. Las  huidas temporales, error desconsolado de románticos que albergan su esperanza en el recuerdo de tiempos pasados; desdichados entre los que me incluyo: ¡o tempora, o mores!... También las denominadas (por una servidora) huídas artísticas, refugio en lienzos, fotografías, melodías, letras, versos... representaciones de una realidad foránea, niebla de nuestra esencia, placebo para nuestro tormento. Y como ellas, infinidad de diversas vías de escape. No obstante, la huida más complicada es la que se pretende realizar de uno mismo.

   ¿No seria peligroso deshacernos de nuestra esencia? ¿No resulta aterrador? ¿Un acto cobarde? ¿Osado? ¿Necesario? ¿Prescindible? ¿Astuto? ¿Engañoso? No, borrar nuestra historia es misión imposible. No podemos huir de nosotros mismos, por mucho que queramos asumir que existe una mínima probabilidad de éxito en el intento. No podemos deshacernos de aquello que hemos sido, porque gracias a nuestras acciones conformamos la persona que somos hoy en día.

   Ley de causa y efecto, inalterable, constante...  "Todo lo que te sucede en el presente es lo que has creado en el pasado, y todo lo que estás creando en el presente, es lo que te sucederá en el futuro". Como un círculo vicioso, un laberinto personal ideado por cada uno de nosotros, del que es imposible encontrar la salida. Solo queda asumir el impacto y originar nuevos móviles que elaboren un original mapa de objetivos y sus correspondientes consecuentes.

   En palabras de mi querido Stephen Chbosky, “we can't choose where we come from, but we can choose where we go from there". No podemos suprimir una parte de la historia, reescribirla, o tirar el papel del ensayo a la basura... pero sí podemos poner punto y aparte, y continuar nuestra obra teatral por un nuevo acto. No podemos huir... podemos evolucionar. Sin desaparecer en el intento.

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