domingo, 11 de diciembre de 2016

¿Libertad de prensa? ¿Eso se come?



Dogan Tiliç y Baltasar Garzón reciben su obsequio conmemorativo. Félix Prieto, Lucía. (Salón de Actos de la Universidad, Paseo del Parque; 2016).


   Como estudiante del Grado en Periodismo (UMA), tuve la suerte de asistir el pasado jueves 1 de diciembre a la entrega del VII Premio Internacional de Libertad de Prensa Universidad de Málaga. El galardonado en esta edición fue Dogan Tiliç, corresponsal de la Agencia EFE en Turquía y profesor de la Universidad Técnica de Oriente Medio en Ankara. Este informó a todos los presentes de la crítica situación del periodismo en su país, que posteriormente comentaré. Además, el acto contó con la participación del jurista Baltasar Garzón, quien corroboró dicha visión crítica de Tiliç y realizó una reflexión acerca de la libertad de prensa (y la libertad en general) del resto de países del mundo. 

   En primer lugar, Dogan comenzó hablándonos de cómo, desgraciadamente de forma frecuente, muchos periodistas turcos son encarcelados e incluso asesinados (aunque en la actualidad se reducen dichos casos de extrema violencia) por ejercer su misión: informar a la población de los hechos presentes con transparencia y veracidad. ¿Es esto admisible? Por supuesto que no. Día a día, nuestra profesión se ve amenazada, y principalmente en los países en zona de conflicto y gobernados por regímenes autoritarios, que limitan el acceso a la información en favor de sus intereses, atacando así a uno de los derechos fundamentales del ciudadano: el Derecho a la Información. 

   Es cierto que en estos países la situación es potencialmente más crítica que en los países occidentales, tanto en España y los países europeos, que por cercanía nos afectan de forma directa, como en el resto del globo. Por ello, la clasificación de Reporteros Sin Fronteras, como se sugirió en el acto, debería dividirse en dos; ya que, al mismo tiempo de que en estos países subdesarrollados o conflictivos la libertad de prensa es un bien prácticamente inexistente, no se debe olvidar cómo, en múltiples ocasiones, los demás países también ven afectada su capacidad de decisión a la hora de publicar informaciones o sugerir puntos de vista o simpatías en sus artículos. La censura informativa se aplica en todos los países, en mayor o menos medida, y no podemos relegar la cuestión de la falta de libertad de prensa en países avanzados a un plano inexistente.

   ¿Qué está pasando? Os preguntaréis. Muy sencillo. El capitalismo está pasando. La sociedad del dinero. Los medios de comunicación como siervos de los intereses de demoníacas empresas y conglomerados, y maquiavélicos políticos que, de forma enmascarada, controlan qué se publica y qué no. Informaciones parciales, opiniones vetadas, escapismo periodístico... Déspota doctrina del poder económico y político, que se apodera del sistema de medios. 

   La independencia de un medio reside en su independencia económica, y por ello me atrevo a afirmar que estamos perdidos. Puede que solo lo estemos momentáneamente. O quizás eso espero. Los métodos de financiación en los que se basan los medios, como el accionariado, en el que participan grandes conglomerados, y la venta de espacios publicitarios, no pueden consolidarse como la única forma de subsistencia de la empresa periodística. Debemos encontrar otra solución, eso está claro. Pero... ¿Dónde reside dicha pócima milagrosa?

   Quiero creer que en nosotros. En los ciudadanos de a pie que consumimos información día tras día, sea cual sea el soporte de difusión de esta; en las organizaciones de periodistas a nivel mundial, como Reporteros Sin Fronteras, e incluso a nivel nacional, regional, local y cualquiera de las divisiones territoriales que se correspondan con el sector periodístico más cercano. Ya lo advertía Tiliç:"los periodistas somos más débiles al alejarnos de las organizaciones que nos unen”; asegurando que, para enfrentarse a dichos problemas, "organizarse es la palabra clave”; hablando desde un sentido más humanitario, potenciando la lucha contra la censura. 

   No obstante, desde un punto de vista económico, creo necesario ayudar a la producción  y difusión de mensajes periodísticos fieles a la realidad mediante pequeñas aportaciones económicas, suscripciones... Pagar por la información de calidad, por aquello que necesitamos y reivindicamos, sería sin duda lo justo; no buscar el ahorro y la gratuidad, que parece ser lo único que se premia hoy en día. El buen periodismo no es barato, y si lo exigimos, hemos de favorecer que sea posible.

   Por tanto, a mi parecer, no podemos exigir una información de calidad, veraz y comprometida, si nosotros no contribuimos a que esto ocurra. Lo mismo sucede en la política. Seguramente estaréis hartos de escuchar que uno no puede quejarse de la situación de un país si no ha intervenido en la vida pública, si no ha luchado para que sean escuchadas las verdades que se ocultan, para que se propongan y aprueben medidas más justas para el conjunto de la sociedad, si no ha votado a las formaciones que defienden sus ideales, dejando que gane el lado opresor y desfavorable (según su propio juicio); pero es cierto. Corroborando la opinión que Garzón manifestaba en su discurso, "la indiferencia siempre ha sido la mejor aliada de todos los males que han asolado el mundo, y ciertamente somos los únicos responsables”. No dejemos que la desaparición de la libertad de prensa sea uno de ellos.

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