martes, 1 de noviembre de 2016

Metafóricamente hablando

     

Conocer a una persona es leer un libro. Félix Prieto, Lucía. (Málaga, 2016).

     ¿Sabéis? Me he dado cuenta de que cada persona es un libro. Sí, con sus letras, sus páginas, sus escritos, sus significados. Con el doble sentido de sus párrafos. Las enseñanzas de vida transmitidas a quien se adentra en el mar de dudas que siembra con su historia. Los personajes que protagonizan las hazañas, sus experiencias vividas con un toque de tinta e impresión. El olor a nuevo o añejo de sus contraportadas. La magia de sus palabras. El éxtasis que provoca en el lector que decide adentrarse en lo desconocido de su crónica anunciada. 

   Apreciamos la portada del libro cuando nos lo presentan. Muy lúdico, muy gráfico. Muy superficial. Aquí formulamos los famosos prejuicios, las primeras impresiones sobre una historia que desconocemos. Aquí... Actuamos con soberana estupidez. Se nos ha advertido habitualmente que no debemos juzgar un libro por su portada, y creedme cuando os digo que esta es una de las afirmaciones que se cumple en casi la totalidad de los casos. Un libro puede no parecernos atractivo, bonito, interesante, en un primer vistazo; sin embargo, al ojear sus páginas y leer por encima algunas de ellas, nos damos cuenta de que quizás tenga algo que ofrecernos. Y es que es tanto lo que perdemos por nuestra manía de ignorar la inmensidad de las memorias ajenas...

    Empezamos a conocerla. Leemos el prólogo de su historia. Puede cautivarnos, puede desanimarnos. Incluso puede hacer que desaparezcan nuestras ganas de profundizar en él. Nos hace replantearnos si merece la pena invertir nuestro "valioso" y limitado tiempo en algo en lo que no confiamos. No importa, queda mucho más por analizar. Continuemos. Arriesguémonos a leer un libro que no nos atrae demasiado. Quién sabe si acabaremos devorando sus páginas. 

     Pasamos al primer capítulo. ¡Vaya, si parece que al final va a estar interesante! Comenzamos a conocer a los agentes que intervienen en este relato vital. Se presenta. Nos cuenta sus gustos más superfluos. Como los ojos de color claro, los libros, la escritura, la poesía. Qué sé yo, el sonido del mar. Pero no es suficiente, queremos saber más. Necesitamos saber más. 

     Continuamos avanzando en el cautivador diario, y nos damos cuenta de las mil y una puertas ocultas que hay en cada habitación recóndita. Nos da miedo abrirlas. Claro que nos da miedo. Todo lo desconocido nos provoca siempre un profundo terror irremediable. Pero sabemos que queremos hacerlo. Y solo entonces, conforme escuchamos el relato de lo invisible, sabemos que ha merecido la pena. Entendemos cómo le gustaba el sonido del mar porque le hacía trasladarse a tiempos remotos en lo que todo parecía fluir de forma constante y tranquila, antes de que la tormenta irrumpiera y tornara la marea hacia lo caótico. La atracción incurable por el color claro de los ojos, pues estos son el espejo del alma, y reflejaban la pureza de un alma inundada por amor. O quizás los libros, la literatura... Su salvadora, su terapia. La evasión de su turbio desastre.

     Es, y me atrevo a afirmar, algo mágico el hecho de conocer verdaderamente a una persona. Adentrarnos hasta lo más profundo de su cueva, donde habitan las sombras con las que convive. Ver reflejados en sus páginas todos sus miedos, inquietudes, sueños, frustraciones, ilusiones... El brillo del que se le inundan las palabras al hablar sobre algo que le apasiona, la corrida de tinta de sus letras cuando sus palabras lloran.

     Una persona es poesía, es verso, es metáfora... Es arte. Y como tal, merece ser admirada. Al igual que le ocurre a un lector con su libro. Porque siempre, cuando acabe de leer la última página de su historia, mirará con nostalgia hacia el pasado. Y se saltará el epílogo. Porque sabe que ese libro está inacabado, incompleto; y que aún le quedan mil y una facciones que descubrir. Nunca se conoce del todo a una persona, al igual que no se percibe enteramente el significado de un libro. Quizás eso sea lo bonito: la magia de lo oculto.

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